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PANORÁMICAS

El infierno sí existe

Incluso los católicos tienen dudas sobre la existencia del infierno como una inmensa sala de tortura. Algunos afirman que no existe; otros, que no es ese lugar dantesco en el que te consumes entre llamas eternas o te conviertes en hielos inmutable. Afortunadamente para el imaginario del terror y la esperanza en una justicia universal, Hollywood sí cree en el diablo, los espíritus infernales y las maldiciones gitanas. 

Incluso los católicos tienen dudas sobre la existencia del infierno como una inmensa sala de tortura. Algunos afirman que no existe; otros, que no es ese lugar dantesco en el que te consumes entre llamas eternas o te conviertes en hielos inmutable. Afortunadamente para el imaginario del terror y la esperanza en una justicia universal, Hollywood sí cree en el diablo, los espíritus infernales y las maldiciones gitanas. 
Sam Raimi, un tanto harto de la parafernalia megalomaníaca a la que está sometido rodando la saga de Spider Man, ha vuelto a lo que mejor sabe hacer: una pequeña película de terror trufada de grandes trozos de humor. O una gran comedia con algunos pespuntes horripilantes, nauseabundos y de suspense.

Si el infierno no hay quien se lo crea, las pelis de terror todavía menos. Hoy en día, El exorcista visto por una pandilla de adolescentes provocaría una ola de risotadas. Para funcionar el terror debe ser también asqueroso y gracioso. Y Sam Raimi ha conseguido la fórmula mágica del terror que hace reír, o la risa que mata de miedo, en la figura de la Sra. Agnus (Lorna Raver), un monstruo de fealdad, a medio camino entre una bruja shakespeareana y una gitana estereotipada de las de mal de ojo y aroma a ajo. La buena mujer, que es más mala que Caín aunque, como al personaje bíblico, algo de razón no le falta, llegará a su oficina bancaria con su aliento fétido, su dentadura postiza, afilada y grisácea, sus dedos de uñas largas y podridas, para pedirle, solicitarle, rogarle a Christine (Alison Lohman) que le conceda un aplazamiento, y van dos, del pago de su hipoteca. Christine, que está en una lucha de ascensos con un compañero y sin embargo enemigo, se ve obligada por su jefe, a pesar de su disposición a favor de la vieja, a negarle el aplazamiento, con lo que provocará las iras de la Sra. Agnus, que la maldecirá invocando al espíritu infernal de Lamia.

Sam Raimi está en la cumbre de su carrera. Conservando la mala leche de las sucesivas entregas de Posesión infernal y dueño de un carácter hiperprofesionalizado que ha adquirido trabajando en producciones de superpresupuesto, como Spider Man, su dirección se caracteriza por el principio de relevancia, por no decir nada que no afecte al argumento principal, por ir directamente al grano y, sobre todo, por el disfrute visceral del cine.

Pero aunque Arrástrame al infierno se puede paladear como una película de terror puro y duro, los gafapastas, dicho sin ánimo despectivo, también podrán hacer complejos análisis psicoanalíticos en los que se mezclen la parábola moral, la crítica económica y la deconstrucción social. En el interés de Raimi estaba
contar la historia de una persona que intenta ser buena, pero que toma una decisión simple por codicia y por su propia mejora a costa de otra persona.
Lo que sucede es que esta intencionalidad ética se articula en un contexto de crisis económica –la Sra. Agnus no puede pagar la hipoteca de su casa– y de competencia social por el estatus socioeconómico que lleva a una lucha darwininana en el seno de las estructuras laborales y que afecta a las mismísimas relaciones familiares. El subtexto mametiano podríamos conjeturar, para que también la disfruten en la Universidad de Harvard.

Tan bruja como la bruja verdadera resulta ser la suegra que busca un partidazo para su hijo, y tan diabólico como el espíritu infernal es el compañero de trabajo que para prosperar en el trabajo no omite ninguna estrategia por inmoral y repugnante que resulte.

A partir de este momento la vida de Christine se convertirá en un infierno, que la llevará al asesinato de animalitos (¡ella, que es vegetariana!), a vomitarle sangre a su superior, a participar en exorcismos que acabarán con la muerte del exorcista y, lo que es peor, a conocer a su futura suegra, que llegará a pensar, con razón, que la novia de su hijo está endemoniada.

Decía William Blake, comentando a Milton y su Paraíso perdido, que el poeta está de parte de Satán. De Baudalaire a los Rolling Stones, pasando por Rimbaud y Luis Cernuda, muchos grandes artistas le han dado la razón. En un gran final, sádico e hilarante, Raimi se burla de los happy ends y las convenciones cinematográficas en una exacta representación de lo que nos espera a muchos, pecadores y malditos sin remedio.


ARRÁSTRAME AL INFIERNO (EEUU, 2009, 96 minutos). Dirección y guión: Sam Raimi. Intérpretes: Alison Lohman, Justin Long, Lorna Raver, David Paymer, Adriana Barraza, Dileep Rao. Música: Christopher Young. Fotografía: Peter Deming. Calificación: Arrasadora (8/10).

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