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CRÓNICA NEGRA

El hombre del apetito insaciable

Anthony Sowell es un ex marine, delincuente sexual registrado, que salió de la cárcel en 2005 tras cumplir condena por violación de una mujer embarazada en 1989. La víctima fue a casa de Sowell de forma voluntaria, pero cuando trató de salir, le ató las manos con una vieja corbata y los pies con un cinturón. La amordazó con un trapo y la violó. Lo curioso para el criminólogo es que la mujer le dijo a la policía: "Creí que iba a morir". Se trata del nuevo violador en acción.

Anthony Sowell es un ex marine, delincuente sexual registrado, que salió de la cárcel en 2005 tras cumplir condena por violación de una mujer embarazada en 1989. La víctima fue a casa de Sowell de forma voluntaria, pero cuando trató de salir, le ató las manos con una vieja corbata y los pies con un cinturón. La amordazó con un trapo y la violó. Lo curioso para el criminólogo es que la mujer le dijo a la policía: "Creí que iba a morir". Se trata del nuevo violador en acción.
En España, en Madrid, se han dado dos casos seguidos: el del Violador de Pirámides y el de El Búho, un asaltante nocturno. Los dos tuvieron más de siete años de impunidad y casi todas las mujeres que estuvieron secuestradas por estos agresores sexuales temieron morir. Porque en realidad no sólo se trata de un abuso sexual en toda regla, sino de un rapto con final incierto.

Sowell salió a la calle tras cumplir su condena y cuatro años más tarde se ha descubierto que vivía en una casa que había convertido en un cementerio. Hasta once cadáveres han sido hallados en su jardín, sus estancias, sus muros y su sótano. Los vecinos de esta nueva casa de los horrores situada en Cleveland, Estados Unidos, se habían quejado en varias ocasiones del olor que desprendía la vivienda, aunque creyeron que se debía a una fábrica de salchichas situada cerca. Tiene gracia que el departamento municipal de sanidad no supiera distinguir entre el olor a animales muertos y el olor único y penetrante de los cadáveres. Nada huele igual sobre la tierra. La primera vez que te llega el hedor de la putrefacción, te quieres morir.

Sowell es adicto a las drogas y el alcohol. Es un hombre de raza negra que se mudó a vivir al Este de Cleveland. En su nueva casa pasaron desde entonces cosas horribles. Misteriosas y degradantes. Sin embargo, hasta que una de las mujeres que llevaba allí no presentó denuncia por haber sido violada y por intento de estrangulamiento, nadie supo reaccionar frente a la extraña vida de Sowell.

Cuando la policía fue a detenerle, el presunto asesino que aparece con semblante lombrosiano en las fotos policiales –frente pequeña, ojos achinados y orejas de soplillo– no estaba en casa. No obstante, los policías entraron en la vivienda y hallaron dos cuerpos en la sala de estar, otros dos más en otra estancia y una tumba en el sótano. Había todavía otro cadáver otra tumba excavada en el jardín de atrás.

Los cadáveres eran de mujeres de color y cinco de ellas habían sido estranguladas. Los cuerpos estaban en tal estado de avanzada descomposición que fue necesaria la presencia de un antropólogo del Museo de Historia Natural de Cleveland para que estableciera la data mortuoria.

El concejal Zack Reed, alarmado por su madre que vive a una manzana de distancia de Sowell, llamó al departamento de Sanidad, dado que los residentes se quejaban de insoportables olores. Algunos decían sin recato: "Aquí huele a muerto". Pero nadie supo reaccionar hasta la denuncia citada y ha sido desde entonces cuando los concejales de la ciudad han entonado un mea culpa. Mientras la ciudad recibía una pobre impresión de sus departamentos de Salud y Prevención, los agentes no paraban de encontrar hallazgos macabros.

La policía recuperó un cráneo de un cubo de la casa de los horrores. Estaba envuelto en una bolsa de papel y en el sótano. Estos huesos pertenecen a la víctima número once, de las que solo hay un nombre: Tonia Carmichael, de 53 años, que desapareció hace dos años. El jefe de la policía local dice que Sowell tenía un apetito insaciable. Por eso piensan derribar todas las paredes, por si todavía hay más restos emparedados. Sowell está acusado de asesinato, violación y secuestro. Así vive su prisión preventiva antes de una más que probable condena a muerte.

Anthony tiene ahora 50 años, es un artesano del crimen. Más allá de ser un violador reincidente se ha convertido en un asesino en serie. Sabe lo que le espera y el otro día se presentó ante el juez con un traje de papel que se utiliza cuando hay riesgo de suicidio, además de aparecer esposado con las muñecas y tobillos inmovilizados. Se movía como si saliera de un largo sueño.

Sowell no es una sorpresa, sino toda una tipología. Pueden matarlo, pero no es que haya creado escuela, es que coincide con un nuevo biotipo: el violador es cada vez más un sádico asesino que acaba por acumular cadáveres.
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