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ARTE

El emperador está desnudo... y huele que apesta

Una sala vacía del South End de Boston. Unos focos se encienden y apagan a intervalos de cinco segundos. La luz ilumina las paredes desnudas y el suelo. ¿Qué es esto? Una obra de arte. Se llama Pieza 227: Las luces se encienden y apagan. El genio que la ha parido es escocés, atiende por el nombre de Martin Creed y ha dado en explicarla como sigue: "Es como si no pudiera decidir si tengo las luces encendidas o apagadas. Así que las tengo encendidas y apagadas y me siento mucho mejor".

Una sala vacía del South End de Boston. Unos focos se encienden y apagan a intervalos de cinco segundos. La luz ilumina las paredes desnudas y el suelo. ¿Qué es esto? Una obra de arte. Se llama Pieza 227: Las luces se encienden y apagan. El genio que la ha parido es escocés, atiende por el nombre de Martin Creed y ha dado en explicarla como sigue: "Es como si no pudiera decidir si tengo las luces encendidas o apagadas. Así que las tengo encendidas y apagadas y me siento mucho mejor".
La PIEZA 227 de Creed (instalación en la Tate Gallery).
Aeropuerto Internacional de Logan (Boston). Una estudiante penetra en el recinto luciendo una sudadera equipada con una placa de circuitos que cuenta con una serie de lucecitas verdes conectadas a una inofensiva pila de 9 voltios. En la parte trasera de la prenda puede leerse "Enchúfate a mí" y "Curso VI". La estudiante se llama Star Anna Simpson y estudia Ingeniería Eléctrica. Y en su momento dijo que la sudadera era un proyecto artístico con el que quería llamar la atención en una feria sobre oportunidades de empleo organizada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
 
Puede que usted no sepa que las luces parpadeantes le valieron en 2001 al amigo Creed los 30.000 dólares con que está dotado el Premio Turner, el muy prestigioso galardón anual de la Tate Gallery londinense. Y que no se haya enterado de que a la cuasiveinteañera Simpson, estudiante de segundo año en el célebre MIT, la detuvieron a punta de pistola en el referido aeropuerto por fomentar desórdenes públicos y estar en posesión de un "dispositivo falso".
 
La PIEZA 88 de Creed.Los bostonianos han podido contemplar la Pieza 227 de Creed en el Boston Center of Arts hasta el pasado 28 de octubre. La propietaria de la sudadera eléctrica no está, creo, para recibir visitas: su bromita podría acarrearle cinco años de cárcel. Llegados a este punto, me gustaría formular una sencilla pregunta: ¿qué es lo que hace de los focos de Creed una obra de arte y de la sudadera de Simpson una mera travesura?
 
Si encender y apagar luces pasa por arte de primera, entonces todo vale. Vamos, que ahora mismito podría arrugar una hoja de papel y decir que acabo de crear una obra de arte. Humm... ¡maldita sea! ¡Eso ya lo ha hecho, y hace mucho, el mismísimo Mr. Creed! Su "pieza número 88" se titula, precisamente, Una hoja de papel A4 hecha una bola. (Ojo, no vayan a confundirla con la "pieza número 384": Una hoja de papel doblada y desdoblada).
 
El ingenio de Creed no sólo se manifiesta cuando hay luces y dinacuatros de por medio. "El gusto de Creed por provocar queda aún más patente en dos vídeos de corta duración –escribía Roberta Smith en el New York Times el pasado mes de julio, a propósito de una exposición del escocés en el Bard College–. En ellos, una persona entra en el plano de una cámara enfocada a un espacio vacío, prístino, presidido por el blanco, y vomita o defeca antes de seguir su camino". ¿Qué, le da algo así como asco? Pues no tiene motivo, porque los intérpretes –explica Smith– "consiguen conservar tanto su dignidad como su privacidad".
 
Andy Warhol.¡Pobre Star Simpson! Si le hubiera dado por decir que su sudadera eléctrica era una obra de arte, otro gallo le habría cantado en el aeropuerto de Logan. Ya de paso, podría habérsela mostrado a un crítico, o directamente al baranda de algún museo. O, cuando menos, podría haber solicitado una beca al Fondo Nacional para las Artes. Andy Warhol tiene el mérito de haber dicho que el arte es "eso que te permite escurrir el bulto"; y, ciertamente, es más fácil escaquearse si la basura que dices que es arte va envuelta en una resma de papel oficial.
 
Sí, he puesto "basura". En la edición de los Turner que encumbró a Creed quedó finalista un tipo, llamado Mike Nelson, que, según informó el Daily Telegraph, trabajaba con "basura" y había expuesto una pila de planchas. En el mismo diario se decía que en algunos círculos se conocía al Turner como "el premio sobre el nuevo traje del emperador".
 
He aquí la madre del cordero: o eres lo bastante sofisticado –o cínico– como para deshacerte en elogios ante la nueva, maravillosamente posmoderna y transgresora porquería imperial, o eres uno de esos patanes reaccionarios que se empeñan en advertir que el emperador está desnudo. Si el talento y la capacidad no son necesarios para alumbrar una obra de arte; si el esfuerzo por dar con la verdad o la belleza, o por alcanzar la excelencia, no tienen nada que ver con la grandeza artística; si la destreza y el tesón importan menos que el amaneramiento y los numeritos de cara a la galería; en fin, si no hay patrones, guías, estándares, ¿por qué no ensalzar a un "artista" que "trabaja con basura"? ¿Por qué no conceder un premio que lleva el nombre de J. M. W. Turner, el mayor paisajista que ha dado la pintura inglesa, a un cenutrio que arruga hojas de papel y graba vomitonas?
 
Puede que algún día el mundo del arte vuelva a los patrones que ha abandonado. Y que se sonroje al recordar que rindió honores a sujetos como Creed y elevó artilugios estúpidos a la categoría de obra de arte. Hasta entonces, la Pieza 227 será una certerísima metáfora de lo que aquél ha llegado a ser. Puede que haya luz, o puede que no; lo que está claro es que no hay nadie en casa.
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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