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CIENCIA

El don de lenguas

Los científicos se han interesado desde hace siglos por un curioso fenómeno conocido como glosolalia, término religioso con que se designa el acto de hablar en una lengua desconocida durante un éxtasis místico. Un equipo de investigadores acaba de descubrir las áreas cerebrales implicadas en su génesis.

Los científicos se han interesado desde hace siglos por un curioso fenómeno conocido como glosolalia, término religioso con que se designa el acto de hablar en una lengua desconocida durante un éxtasis místico. Un equipo de investigadores acaba de descubrir las áreas cerebrales implicadas en su génesis.
El don de lenguas o glosolalia (de las voces griegas glossa, "lengua", y lalein, "hablar") es en su origen un término religioso que aparece mencionado en el Nuevo Testamento y que hace referencia al don que otorgó el Espíritu Santo a los apóstoles –y éstos a terceros mediante la imposición de manos– para poder hablar fluidamente idiomas extranjeros sin haberlos aprendido, como en Pentecostés.
 
Los Hechos narran cómo ese día los Apóstoles, reunidos con otras personas en Jerusalén, "quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar otras lenguas"(2,4). Se trata de verdaderos idiomas hablados en determinados países, diferentes de aquellos que habitualmente hablaban los seguidores de Jesús, pues los oyentes les oyen hablar sus propias lenguas y se admiran del hecho de oírlas en labios de galileos (2,8-9). Este poliglotismo milagroso se repite en la Iglesia primitiva, así como en otras religiones del mundo grecorromano.
 
En estas últimas se recogen casos de glosolalia como los de la pitonisa de Delfos y la Sibila de Cumas. Se creía que una divinidad entraba en esos oráculos y que, sirviéndose de las voces de éstos, se comunicaba con los mortales en un idioma misterioso, que tenía que ser interpretado por sacerdotes especializados. En la actualidad, algunas sectas, en concreto las pentecostales, que tienen muchos adeptos en el continente americano, inducen el don de lenguas entre los seguidores. Para lograrlo inducen estados de éxtasis, durante los cuales la persona en trance se siente directamente conectada con Dios y lo alaba con exclamaciones inconexas y carentes de significado, que son interpretadas como lenguas extrañas y como un signo de bautismo espiritual.
 
El mundo de la parapsicología y las ciencias ocultas también se interesó por el fenómeno, que muchos prefirieron rebautizar como xenoglosia para diferenciarlo del don divino e incluirlo dentro de las facultades humanas inexploradas por la ciencia. Y, cómo no, el mundo del espiritismo, que alcanzó un enorme auge en los dos últimos siglos, se apoderó del fenómeno. Las médiums adquirieron por arte de birlibirloque la faculta de la glosolalia, y en sus sesiones eran capaces de hablar por boca de los difuntos en lenguas extrañas que, en ocasiones, requerían la presencia de un traductor. Charlatanes y caraduras que encontraron apoyo en los investigadores de lo paranormal.
 
Desde una óptica infinitamente más seria, la medicina se interesó por los glosólalos patológicos, enfermos con un trastorno del lenguaje que consiste en la invención de palabras, a las que adjudican un significado.
 
¿Tiene alguna base neurológica el don de lenguas? Hoy, la ciencia siquiátrica dispone de herramientas para explorar ese universo de kilo y medio que es nuestro cerebro. Un equipo de investigadores de la University of Pennsylvania School of Medicine se ha servido de la Tomografía Computarizada por Emisión de Fotón Único (Spect) para analizar la actividad cerebral de cinco miembros de una congregación pentescostal capaces de experimentar la glosolalia.
 
El Spect permite a los científicos detectar con precisión las áreas cerebrales involucradas en una determinada actividad mental de forma incruenta. Al voluntario sólo se le inyecta en vena un fármaco radioactivo, que viaja hasta los sesos y permite detectar las neuronas más activas.
 
En palabras de los autores del ensayo, los doctores Steve Paulson y Andrew Newberg, la prueba fue un éxito. Su investigación comenzó con la selección de los glosólalos, cinco mujeres de una congregación religiosa conocidas por su capacidad o don para entrar en trance, "conectarse directamente con Dios" y hablar en idiomas "extraños".
 
"El don de lenguas es un forma de vocalización muy inusual. Parece como si la persona hablara una lengua, pero incompresible. Cuando el glosólalo se somete a un análisis lingüístico se comprueba que el supuesto idioma no se corresponde de forma clara con ninguna estructura lingüística. Lo que sale por sus bocas no se parece nada a una lengua", dice el doctor Newberg, "El fenómeno –añade este investigador– resulta muy interesante porque no vemos actividad en las áreas del cerebro implicadas en el lenguaje. Para una persona que crea firmemente en la glosolalia, la fuente de la vocalización está muy clara". Dualismo descartiano frente al monismo de la Era del Cerebro: ¿los sucesos mentales (psicológicos, espirituales) y los sucesos cerebrales (psicoquímicos) son la misma cosa?
 
Paulson y Newberg eligieron a cinco mujeres de raza negra y las invitaron a que cantaran gospel y hablaran en las lenguas enigmáticas. Durante cada actividad, las mujeres recibieron una dosis intravenosa de un marcador radioactivo, un chivato que delata las zonas cerebrales con mayor flujo sanguíneo y, por tanto, con mayor actividad neuronal. Los científicos cuentan en el último número de la revista Psychiatry Research: Neuroimaging que la actividad de los lóbulos frontales de las cinco voluntarias sufrió un considerable bajón durante la glosolalia, en comparación con los momentos en que cantaban gospel. Estos lóbulos están estrechamente relacionada con el sentimiento de autocontrol.
 
Newberg confiesa que el hallazgo es fascinante, pues explica por qué "los sujetos creen realmente que el espíritu de Dios se mueve en sus cuerpos y controla lo que hablan". De hecho, las mujeres no controlan los centros del lenguaje mientras experimentan el don de lenguas. Por otro lado, el Spect reveló un incremento en la región parietal del cerebro, que integra la información sensorial de diferentes partes del cuerpo, nos orienta en el espacio y marca la clara distinción entre lo propio y el mundo exterior. Este aumento de la actividad parietal fortalece la sensación de "contacto" en todo el cuerpo, y explicaría la sensación de estar impregnado por el espíritu, según el psicólogo Michael Persinger, de la Laurentian University.
 
A raíz de este descubrimiento, algunos expertos se han preguntado, una vez más, si Dios está en la sinapsis, el miniespacio que separa una neurona de otra y el lugar donde ocurre el trasiego de neurotransmisores, los mensajeros de los impulsos eléctricos, la lingua franca de nuestro casquete pensante.
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