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TRISTE ESPECTÁCULO

El diario vasco ABC

Me incorporé jovencito al ABC, cuando era un diario madrileño que olía todavía a señor antiguo y a patio andaluz de Serrano, y el periódico me dejó siendo un periódico vasco por romanizar. Al menos el maestro Campmany me dedicó una columna, antes de morir, justo a tiempo de no vivir la humillación, aunque ya la intuía. Una adulterada cabecera que, como la burguesía de cerrado y orfeón de la margen izquierda de la ría, primero jugaba a oposición a lo gubernamental y ahora está en trance de entrenar en otra liga.

Me incorporé jovencito al ABC, cuando era un diario madrileño que olía todavía a señor antiguo y a patio andaluz de Serrano, y el periódico me dejó siendo un periódico vasco por romanizar. Al menos el maestro Campmany me dedicó una columna, antes de morir, justo a tiempo de no vivir la humillación, aunque ya la intuía. Una adulterada cabecera que, como la burguesía de cerrado y orfeón de la margen izquierda de la ría, primero jugaba a oposición a lo gubernamental y ahora está en trance de entrenar en otra liga.
José Antonio Zarzalejos, director del actual ABC.
Es exacta la nueva denominación malintencionada que se hace del periódico generalista más joven de entre los de difusión nacional. Porque hubo un periódico ABC centenario, ya extinto, pero éste del mismo nombre es otro, insisto, recentísimo, y por tantos conceptos incompatible con el otro. Porque el ABC era más ABC y hasta casi más monárquico cuando éste estuvo sometido por la República durante la Guerra Civil que ahora, tomado por los archimandritas del centrismo platelminto y los caballeros mutilados del grupo PRISA.
 
A mí me metió en el ABC auténtico, en su penúltima época, su subdirector de opinión, José Miguel Santiago Castelo. Solía decirme que las porteras sospechaban de él porque era ya carlancúo y no se había casado. Mala cosa ésta para el liofilizado ABC del mondo Zarzalejos, de los Zarzalejos de toda la vida, donde se permiten hasta regañar a los últimamente valerosos obispos españoles porque el Dios de los vascos, al que tienen por más listo que el del resto del mundo (cómo no va a ser más listo, si piensan que es de Bilbao), todavía puede meter a zapatero en misa.
 
El diario vasco ABC es ahora mismo un periódico que pretende dictar lo que debe pensar la derecha española, pero para ser autorizado por la peor izquierda. Nada más llegar el grupo Vocento allí, hizo lo que no se atrevió ni Polanco al adquirir Antena 3: enfrentarse y despreciar abiertamente a su propio mercado de lectores.
 
Jesús Polanco.Por lo menos Polanco cerró el quiosco, cosa que también deberían haber hecho con el ABC, siendo un poco decentes. Algunos directivos allí dentro celebraban cada ilustre muerto con apellidos compuestos luengos como un tren de mercancías que ya no iba a comprar más el periódico, porque así se libraban de "adherencias del pasado". Es la primera vez que veo un medio que festeja el que ya no se compre por liquidación física de su público natural.
 
Eduardo San Martín, hombre muy preparado, colaborador de la Albóndiga en los sectarios informativos de TVE y evolucionado desde ese socialismo (era partidario hasta de la ley de "patada en la puerta" de Corcuera) y que venía de cerrar por fracaso varias publicaciones del Padrino, enseguida dijo su propósito cuando lo enviaron a cuadrar el círculo del ABC dentro de Vocento: hacer del ABC el diario de la "derecha civilizada". Es decir, que el que habían cogido los vascos de manos de los Luca de Tena se supone que no era "derecha civilizada". Que era tanto como decirles a los entonces asombrados y hoy indignados lectores: lo que os gustaba hasta ahora y aquello por lo que nos leíais no era correcto, creednos, porque nosotros sabemos lo que os conviene.
 
Una soberbia entre provinciana y telúrica muy a tono con Zarzalejos, quien, en efecto, y a imitación de ese tipo de Murcia que dice ser pariente de la Virgen María, ha creído descender por línea directa de la zarza ardiente (cuando el hermano del que se reunió con ETA escribía en los regionales del entonces grupo Correo, llamaba a sus reparandorias dominicales "el rumbo"; no "un" rumbo, sino "el" gobernalle por antonomasia).
 
Triste espectáculo el de este ABC imposible, verdadero endriago en papel prensa.
 
Para identificarse con lo que piensan de verdad las fluentes e imparables bases del PP (porque otras no van a comprar jamás el diario de la grapa, que en efecto la grapa es la misma de toda la vida) no basta con dejar escribir allí al campanudo de Zamora, ese chico lípido de al menos doscientos años de edad y varias indulgencias plenarias del progresismo ganadas, el tal Prada, para que defienda a Gallardón, otro de esa derecha que quiere la izquierda. Pero la izquierda, por mucho que aplauda, nunca le dará los lectores a la derecha. Ni el respeto. Todo lo más, un salvoconducto para circular.
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