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CRÓNICA NEGRA

El Chuchi los tenga chachi en su gloria

Las cárceles españolas han experimentando en los últimos años un profundo cambio. El paisaje humano ha variado tanto, que cosas tan simples como la jerigonza que se hablaba en ellas ya no la entiende nadie. Dices "boqueras", "pañí" y "tigre" y no no hay quien piense en funcionarios, agua y el retrete; se creen, en cambio, que estás enfermo, necesitas un apaño y vives en el zoológico.

Las cárceles españolas han experimentando en los últimos años un profundo cambio. El paisaje humano ha variado tanto, que cosas tan simples como la jerigonza que se hablaba en ellas ya no la entiende nadie. Dices "boqueras", "pañí" y "tigre" y no no hay quien piense en funcionarios, agua y el retrete; se creen, en cambio, que estás enfermo, necesitas un apaño y vives en el zoológico.
A medidos de los noventa, el capellán de Carabanchel, Antonio Alonso, se vio obligado a dar su versión de los Evangelios en cheli para congraciarse con los presos. Y por eso publicó El Chuchi, los colegas y la basca, que podría traducirse por "Jesús, los apóstoles y los pecadores". Aparecían kíes (reclusos indomables) y primarios (presos debutantes), tipos que soñaban con cabras (motos) para salir del jari (lío). En ésas, el Chuchi convertía la pañí en vino en las bodas de Canaá e iba a tirarse el pingüi (darse un garbeo) después de dar bola (libertad) al bueno de Lázaro. Y así en la Anunciación, la Pasión y las Tentaciones. "¡Agua!", le gritan al Chuchi cuando José y María le buscan en el templo. Por aquel entonces todavía se sabía que se trataba de un grito de alerta de la basca. Chachi (de cine).
 
José María Ruiz Mateos, empresario de coraje y abeja, había chupado trullo por un tubo y se había sentado en el tigre por meses que parecieron siglos, mientras el Gobierno felipista deshacía Rumasa, su imperio de miel de flores. Ruiz Mateos decía que en la cárcel están los que roban una gallina, no los que se llevan cuatro mil millones. Eso explica por qué no reparten a los presos según el monto de lo robado: las celdas de los de mil millones estarían más vacías que el vientre de un bolero tras un punto de enema.
 
Esta misma semana hemos sabido que un fiscal pide mogollón de cárcel para un vagabundo que robó una barra de pan, y no hay más que repasar las sentencias del Supremo para ver la facilidad con que prescriben los delitos de los que hacen el Houdini con los millones. El Chuchi largaría aquí eso de bienaventurados los que se ven abucharaos, los que con cada marrón que les endiña la vida se sienten una ruina –¿te coscas?–, porque ellos serán consolados. Todo esto para los chungos, los manguis y los gualtrapas, a los que les conviene poner el coco a barrenar para que nos les hagan la cusqui.
 
Hoy en día, cuando ya sólo entienden el cheli Mario Conde, Luis Roldán y el propio Ruiz Mateos, las cárceles se islamizan, y es inútil darle a la húmeda en caliente o hablar del Chuchi, porque el dios de la media luna es otro y en las esquinas se oye "¡Alá akbar!", o se siente lejano el grito del muecín llamando a la oración.
 
Las prisiones españolas albergan setenta mil reclusos, y el número no hace sino subir. Son lugares apretados, multirraciales, conflictivos, donde sin embargo reina el velo del silencio, la omertá. De vez en cuando hay un alijo, o un muerto, un tío más cabreao que si se queda sin cartuchos pa la recortá, una maldición en ruso, una falsificación china para el fumeque de la maría, un negrata que hace vudú para jugársela a las jais que le denunciaron por celestino, una botella de güisqui, unas rayas. Pero lo que impera es el silencio, el silencio de los ahorcados, de los pasaos de rosca. Cuesta un imperio creer que son el paraíso de la reinserción. No reina la calma de las bibliotecas. En las cárceles hace tiempo que todo se calla, se revierte hacia el interior, como si fuera un mundo aparte en el que se dan pases pernocta y permisos vis a vis a la chita callando. No son homófobos, ni racistas, ni xenófobos, ni apóstatas como Juliano. Los dioses conviven chamullando inglés.
 
Wilson está preso por ponerle la mano encima a su chati; McGreedy, por darle un chirlo a un chaval; Raymond, por tumbar la aguja quemando crepé (conducir a toda leche) mamado hasta las patas. Hay menú sin jalufo (cerdo) para Mohamed, y otro para los diabéticos y los celiacos. El capellán lleva recados escritos en árabe. Y el Chuchi se larga otra de bienaventurados los mansos porque ellos se harán con la movida.
 
Desaparecidas Carabanchel y la Tercera Galería, donde tanto sufrieron los presos del franquismo, las prisiones españolas parecen un permanente puesto fronterizo. Más que un evangelio en cheli, se precisa tener don de lenguas, o un diccionario russian/english. Se puede largar en italiano con gente auténtica de la Camorra.
 
Hay tíos haciéndose los deprimidos que escriben en un castellano purísimo, imposible de encontrar en Cataluña o en Vascongadas. Un español de conquistadores llegando a las Indias Occidentales por el camino más corto, ése que resuena en Miami y Nueva York, que se oye como un trallazo de desafío, con silbido de cuero, impertinente como un domador de caballos. El castellano, entonces, de la aventura equinoccial de Lope de Aguirre, sí, un poco vasco, capaz de atravesar la jungla, robar las indias y descubrir el Perú. El idioma viaja a El Dorado, y en él se escribe la crónica oculta de las prisiones del siglo XXI, envuelta en polvo de oro.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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