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PANORÁMICAS

El atraco perfecto según Spike Lee

Coinciden en las pantallas tres películas que combinan el suspense, la acción, el crimen y el drama, más algunas pinceladas de humor negro. Con hechuras clásicas, El caso Slevin, 16 calles y Plan oculto ofrecen productos profesionales, bien acabados, cuyo objetivo fundamental es entretener con solvencia.

Presencias actorales sólidas, como Bruce Willis (en dos de ellas), Morgan Freeman, Ben Kinsley, Jodie Foster o Christopher Plummer, contribuyen a dar a las películas el relieve carismático de unos rostros que traspasan la pantalla. Las tres transcurren en Nueva York, la ciudad cinematográfica por excelencia, grisácea y multicultural, caótica y fascinante. Destaca Plan oculto porque está dirigida por un director ambicioso como Spike Lee y porque se cimenta en un interés moral que va más allá de la anécdota de la trama.
 
En el centro de Maniatan, un grupo de ladrones profesionales asalta a plena luz del día un banco, tomando rehenes. Rápidamente se levanta un sitio policial, dirigido por el inspector Keith Frazier (Denzel Washington). Paralelamente, el presidente del banco (Christopher Plummer) contrata a una "solucionadora de problemas" (Jodie Foster) para que, discretamente, consiga el contenido de una de las cajas custodiadas en la cámara acorazada. Lo allí depositado podría ocasionar un terremoto político relacionado con la "desmemoria histórica" del banquero.
 
Atracos perfectos ha habido muchos en el cine. Normalmente terminaban saliendo mal, porque la perfección está peleada con la indeterminación que ocasiona el azar. Y al cine le gusta dar lecciones de moralidad. Obras maestras como La jungla de asfalto, de John Huston, Rififi (Jules Dassin) o la paradigmática Atraco perfecto (Stanley Kubrick) daban a los ladrones el merecido que supuestamente corresponde a su codicia y al afecto por la propiedad ajena.
 
Spike Lee es el Pepito Grillo negro del cine norteamericano. Famoso por las reivindicaciones de los derechos de la comunidad negra y las acusaciones de racismo y discriminación a la mayoría blanca y protestante, sus películas adolecen de un punto panfletario que distorsiona la potencia del ritmo que les imprime. Sin embargo, tanto en su anterior película, La última noche, una extraordinaria incursión en el cine existencial plena de fuerza expresiva y lirismo, como en Plan oculto, que podríamos calificar de película alimenticia, da señales de una madurez que expresa más sutilmente su visión trágica del choque entre culturas y etnias. Sigue cabreado, pero se lo toma con más sentido del humor.
 
Denzel Washington y Spike Lee.Tras el artificio de la maquinaria de engaño del atraco, por otra parte fácilmente adivinable, destaca la intrahistoria que mantienen Christopher Plummer y Jodie Foster. Exquisitos, ricos y malditos, la confrontación de sonrisas aceradas entre el infame potentado universalmente respetado por su mecenazgo y la arpía trepa, capaz de vender su alma al diablo y un piso al sobrino de Bin Laden, hace que merezca la pena gastarse unos euros.
 
Entre ellos dos, patricios americanos plenos de aristocrático espíritu, Clive Owen compone admirablemente un ladrón de bancos justiciero, cual Robin Hood, y Denzel Washington es capaz de estar al nivel de todos ellos con el papel más extenso pero a priori menos lucido: un inspector de policía que ha de lidiar con un hatajo de tiburones que lo devorarían sin escrúpulos al menor descuido. A través de Washington introduce Lee las pinceladas de denuncia del racismo, pero irónica y tangencialmente, sin inútiles sermones.
 
Pero aunque es una buena película, que se deja ver con interés y amenidad, es más fuerte el sentimiento de que la han realizado –sobre todo el guión– con el brazo agarrotado, sin querer profundizar en las zonas oscuras de los personajes. Cada vez que parece que por fin van a destripar sus interioridades morales se introduce un apunte cínico –en este aspecto, la princesa gélida que interpreta Jodie Foster es inolvidable– que desbarata facilonamente la densidad de unos personajes que no acaban de estar plenamente dibujados.
 
En La dama de Shanghai Orson Welles interpretaba a un marinero que se veía envuelto en las miserias morales de unos personajes envilecidos hasta la náusea. En una de las secuencias el marinero contaba una historia, la cita es larga pero merece la pena, que servía de moraleja:
 
"Una vez, bordeando las costas de Brasil, vi el océano tan oscurecido por la sangre que parecía negro, y el sol se ocultaba tras la línea del horizonte. Nos detuvimos en Fortaleza y varios marineros sacamos los aparejos para pescar un rato. Yo fui el primero en enganchar algo: era un tiburón. Luego apareció otro, y otro, y otro, hasta que todo el mar se llenó de tiburones y más tiburones. No se podía ver el agua. Mi tiburón se había soltado del anzuelo, y el olor, o tal vez la mancha (porque sangraba a borbotones), hizo que los otros enloquecieran; aquellos animales se devoraban entre sí; en su locura se comían unos a otros; se sentía el frenesí del asesinato, como el viento azotándole a uno en los ojos; y se olía el hedor de la muerte que emanaba del mar. Nunca había visto nada peor... ¿Y saben una cosa? Ni uno solo de los tiburones de aquel rebaño enloquecido sobrevivió. Ahora les dejo"
 
En Plan oculto, aunque todos los personajes parecen moverse por intereses espurios –el dinero, la promoción profesional, el mantenimiento de un secreto, de nuevo el dinero– y una inteligencia superior, resultan ser excesivamente simpáticos y peculiarmente inocentes. Salvo el único personaje creíble: la dominátrix de acero y terciopelo interpretada por Jodie Foster, que en un mundo dominado por la testosterona, lo que es muy frecuente en las películas de Lee, hace que sus tacones suenen como dientes de tiburón al cerrarse sobre su presa.
 
 
Plan oculto (EEUU, 2005; 120 minutos). Dirección: Spike Lee. Guión: Russell Gewirtz. Intérpretes: Denzel Washington, Clive Owen, Jodie Foster, Willien Dafoe, Christopher Plummer. Suspense, drama. Calificación: Sólida (7/10).
 
 
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