Menú
CRÓNICA NEGRA

El asesino de gais no quería ser violado

En febrero de 2009, en Vigo, Jacobo P. fue absuelto del asesinato de dos gais. Se le había acusado de asestarles 57 puñaladas. Le juzgó un jurado popular tan blando, que dos de sus miembros se emocionaron al ver cómo el acusado pedía perdón a los familiares de las víctimas por lo que había hecho.


	En febrero de 2009, en Vigo, Jacobo P. fue absuelto del asesinato de dos gais. Se le había acusado de asestarles 57 puñaladas. Le juzgó un jurado popular tan blando, que dos de sus miembros se emocionaron al ver cómo el acusado pedía perdón a los familiares de las víctimas por lo que había hecho.

Jacobo es un tiarrón con la cabeza afeitada y aspecto de duro. Cuerpo musculoso y piernas con gemelos como las maracas de Machín. Si alguien así se junta con gais y monta una fiesta, no es de una pedrada. Recuerdo con precisión el momento en que en España se empezó a cambiar el concepto general de la guerra de sexos. Fue exactamente cuando Bibi Andersen estaba de rechupete. Ni un solo chulo dejaba de decir que él no era marica pero que con Manolo no le importaría hacérselo. Manolo era Bibi antes de transformarse en una bella mujer de cuerpo entero, incluso en el registro civil. Llevaba ropa de Victorio y Lucchino y rouge de Christian Dior. La ropa de lunares le sentaba divinamente, y usaba hilo dental en salva sea la parte, realzado por zapatos de tacón Almudena Grandes. La hora de ese día, que España aceptó el tercer sexo, la tiene enredada la hermosa Bibi entre sus pestañas postizas.    

Cuesta pensar que Jacobo, que es más bien echao palante, se fuera con dos chicos de la acera de enfrente de forma equivocada y, una vez en su terreno, se echara a temblar, ante la posibilidad de que decidieran violarle. Pero eso es lo que dijo al tribunal: "Los maté por miedo insuperable a ser violado". Y el jurado, en vez de ponerlo en duda ante aquel titán de pacotilla, se abrió como una amapola, como un trozo de mantequilla, como un merengue caliente.

Hubo estremecimientos y castañetear de dientes. El jurado moqueaba y se conmovía ante el valor de aquel tipo duro que, para impedir la mancha de su honor, se defendió repartiendo docenas de cuchilladas. Nadie supo explicar a aquel grupo de jueces legos que alguien que tiene miedo no suele acuchillar 57 veces, que apenas da un tajo y sale corriendo, o chilla; y, casi siempre, le violan. Ni que un gai no es un violador, sino un chico que ha elegido una opción sexual diferente. De modo que solo un ser sin escrúpulos puede darle muerte y encima acusarle de delincuente. Los muertos eran las auténticas víctimas, y los del jurado no pudieron impedir que el homicida confeso les echara mala fama de violadores.

Menos mal que la fiscalía y la acusación particular recurrieron aquel fallo. Jacobo, que está en libertad, al haber cumplido el máximo de tiempo permitido en prisión provisional, tiene ahora sobre su cabeza un veredicto de culpabilidad. Fue él quien mató a los dos gais, y fue él quien intentó quemar el piso para borrar las huellas. Por todo ello, pueden caerle entre 40 y 60 años de cárcel. A lo mejor este jurado sí que es justo, al menos de corazón.

El doble crimen de Jacobo fue execrable, y su falsa acusación cubrió de vergüenza a las familias inocentes. Al parecer, lo que sucedió fue que Jacobo llevaba veinticuatro horas de marcha, pero no estaba satisfecho y quería seguir divirtiéndose. Se fue a una discoteca, donde se encontró con Isaac, camarero, de 27 años. Los dos estuvieron luego en casa de este último con el brasileño Julio Anderson, de 32 años. Según Jacobo, fue Julio quien intentó violarle, amenazándole con un cuchillo. Es posible que Julio fuera incapaz de espantar una mosca, y tan cariñoso que nunca se hubiera atrevido a señalarle con una hoja de acero.

En el segundo juicio, el jurado ha estimado pruebas suficientes para demostrar que fue Jacobo quien apuñaló a los otros dos y prendió fuego a la casa para hacer desaparecer las evidencias.

0
comentarios