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LOS MITOS DEL NACIONALISMO VASCO

Dos perros con el mismo collar

En esta tercera y última entrega de Los mitos del nacionalismo vasco (Planeta) reproducimos parte del capítulo 21, 'Dos perros con distinto collar', en el cual se habla de los manejos del partido fundado por Sabino Arana con la organización terrorista ETA para conformar un 'Frente Nacional Abertzale' que excluya de todo centro de poder a los españolistas y deje las tierras vascas en manos del nacionalismo.

En esta tercera y última entrega de Los mitos del nacionalismo vasco (Planeta) reproducimos parte del capítulo 21, 'Dos perros con distinto collar', en el cual se habla de los manejos del partido fundado por Sabino Arana con la organización terrorista ETA para conformar un 'Frente Nacional Abertzale' que excluya de todo centro de poder a los españolistas y deje las tierras vascas en manos del nacionalismo.
Arnaldo Otegi, Xabier Arzalluz y Karlos Garaikoetxea.
(...) un cuarto de siglo después del establecimiento de la democracia en España, el Partido Nacionalista Vasco sigue sin encontrar su sitio en el País Vasco, en España, en Europa y en el mundo entero. Ofuscada con imponer a la sociedad vasca un estado étnico y xenófobo, que sólo tenga en cuenta los intereses de la mitad de la población, la formación política creada por Sabino Arana lleva casi tres décadas negociando en secreto con ETA para crear un Frente Nacional Abertzale, similar al que trataron de establecer durante la Guerra Civil, sin tener en cuenta que en caso de triunfar esta estrategia las primeras víctimas del terrorismo serían ellos. Mientras gobierna con su enemigo natural, el PSOE, se ha dedicado a maltratar sistemáticamente a los partidos de centro derecha, a la UCD, que les concedió el Estatuto, y al Partido Popular, al que deben el nuevo Concierto Económico, el mayor triunfo político de toda su historia. Sus relaciones con ETA, que no se han interrumpido nunca en el último cuarto de siglo, llevan a pensar que se trata de dos perros con el mismo collar.
 
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La creación de un Frente Nacional Vasco, que otorgara la hegemonía en las Provincias Vascongadas al 30 por ciento de sus habitantes, los de origen euskaldun, ha sido históricamente la gran asignatura pendiente del nacionalismo.
 
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En 1975, tras la muerte de Franco y la puesta en marcha de la transición democrática, gran parte de los dirigentes nacionalistas vascos se debaten ante un gran dilema: apoyar la Ley de Reforma Política propuesta por Suárez o implantar un Frente Nacionalista y quedarse descolgados de la marcha de la historia, como les ocurrió en 1930, al ausentarse el PNV del pacto de San Sebastián.
 
José Miguel Beñarán Ordeñana, ARGALA."Los vascos somos un pueblo pequeño situado entre dos grandes Estados, España y Francia. Si nos presentamos enfrentados entre nosotros mismos y no nos unimos, nos aplastarán", escribe José Luis Álvarez Emparanza Txillardegui, ex dirigente de ETA. "Si nos aislamos los partidos políticos estatales [franquistas y PSOE] nos comerán el terreno y nos echarán de nuestra patria", replica el sector más poderoso del PNV.
 
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Para buscar un "compromiso histórico" entre nacionalistas que les permita separarse de España, dos meses y medio antes de que se celebren las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 todos los partidos y grupúsculos vascos del exilio deciden reunirse en el hotel Txiberta, situado entre la avenida Des Plages y el bulevar de la Barra, en Anglet (Francia).
 
Por parte del PNV asiste una representación integrada por Joseba Azkárraga, Juan José Pujana e Iñaki Bujanda. ETA (m) y ETA (pm) han destacado a sus mejores hombres, José Miguel Beñarán Ordeñana Argala, José Manuel Pagoaga Peixoto, Domingo Iturbe Abasolo, Javier Garayalde Erreka, Mark Etxegarai y Jesús Irín Baztarrica (representante de los comandos especiales, los Bereziak).
 
Están presentes igualmente representantes de partidos políticos clandestinos y de otras organizaciones, como Iñaki Martínez, por EIA; Goyo Monreal, por Euskal Sozialista Elkartzeko Indarra (ESEI); Mariano Zufía, por Euskadiko Karlista Alderdia (EKA); Santi Brouard por Euskal Herriko Alderdia Sozialista (EHAS); Valentín Solagaistúa, por Acción Nacionalista Vasca (ANV); Iñaki Aldekoa, por Eusko Sozialista Biltzarrea (ESB); José Luis Elkoro, por el llamado Grupo de Alcaldes de Vergara, y José Luis Álvarez Emparanza Txillardegui, por Branka. Actúa de secretaria María Dolores González Cataraín Yoyes, de la oficina política de ETA.
 
Los encuentros se prolongan durante tres meses, periodo en el que ETA actúa como anfitriona y verdadera protagonista de los encuentros, convirtiendo en "convidados de piedra" al resto de los asistentes. El jefe de la oficina política de la banda armada, Argala, presenta un proyecto titulado 'Liberación en Euskadi'. El documento determina que los allí reunidos son "los únicos y legítimos herederos de la nación vasca, están dotados de capacidad para elaborar un Estatuto, sin contar con el resto de los partidos políticos", tachados de españolistas.
 
Una vez aprobada su Carta Magna, elegirían un Parlamento y un Gobierno provisional que discutiría con el Gobierno y las Cortes españolas, de igual a igual, los plazos para la retirada del Ejército y las fuerzas de orden público, y la creación de un Estado independiente, socialista y euskaldun, tal y como plantea la banda terrorista por medio de los informes de la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS).
 
La apuesta soberanista constituye un auténtico golpe de estado, en tanto en cuanto que el Gobierno de la nación y el Congreso de los Diputados, que representa la soberanía nacional, son excluidos y suplantados por unas instituciones nacionalistas nombradas a dedo por ETA, PNV y una pléyade de micropartidos, sindicatos y movimientos de masas.
 
La prueba de fuego de la viabilidad del proyecto rupturista y revolucionario la constituyen las elecciones generales convocadas por el Gobierno para el 15 de junio de 1977.
 
Adolfo Suárez.Mientras ETA, con el apoyo de Santiago Brouard, José Luis Elkoro y Telesforo Monzón, plantea el boicot a las elecciones generales, salvo que el Gobierno conceda una amnistía general antes del 15 de junio, el PNV deja claro que, con o sin amnistía, acudirá a los comicios para evitar que su espacio político sea ocupado precisamente por los llamados partidos españolistas.
 
Acostumbrada a jugar a dos o tres bandas en toda su historia, (...) la formación política creada por Sabino Arana negocia al mismo tiempo con Adolfo Suárez, en Madrid, y con ETA en Txiberta, manteniendo en los dos foros distintos lenguajes y comportamientos contrapuestos. Mientras que en Madrid actúa de abogado de los terroristas dando ultimátums y exigiendo la salida de los pistoleros vascos de las cárceles a cambio de "hacerle el favor" al Gobierno de Suárez de acudir a las urnas, ante la banda armada se presenta como el partido que ha apoyado desde las sombras la lucha armada y ha dado la cara por ellos.
 
"El PNV lucha y luchará por la salida de todos los presos de las cárceles, la vuelta de los exiliados y el restablecimiento de las libertades democráticas. ¿Es que ya no os acordáis de las gestiones que hicimos durante el Proceso de Guerra de Burgos? ¿Es que los militantes de ETA no recuerdan el comportamiento de la gente del partido, curándolos y escondiéndolos? ¿Acaso pensáis que la liberación de Euskadi empezó hace tan sólo 15 años?", replican los representantes del PNV.
 
El 24 de mayo de 1977 Argala anuncia a los reunidos: "Nosotros vamos a dar unas cuantas bofetadas para conseguir la amnistía. Porque la experiencia nos dice que sin lucha no se consigue nada".
 
Tras aquella reunión, mientras unos matan otros negocian. Así, el Frente Nacionalista nombra una comisión formada por José Luis Elkoro (alcalde de Vergara), Juan José Pujana (PNV), Santiago Brouard (EHAS), Iñaki Aldekoa (ESB) y Valentín Solagaistúa (ANV) para que viaje a Madrid y transmita al presidente del Gobierno las exigencias mínimas para aceptar la reforma política: amnistía total, el retorno de todos los exiliados y la elaboración de un Estatuto de Autonomía vasco con carácter previo a la Constitución.
 
Reacio a conceder amnistía para no soliviantar los ánimos de un sector del Ejército, que se mantiene en alerta, Adolfo Suárez acepta poner en libertad a los terroristas de ETA, hasta no dejar un preso en la cárcel. Pero lo hace con cautela y sin aspavientos.
 
 
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