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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Convirtiendo la higiene en Al Gore Chazable

La campaña de un grupo ecologista brasileño para convertir en placas turcas el mayor número de bañeras y duchas del planeta lleva la impronta de aquel gran país sudamericano, porque resulta difícil imaginar a un noruego o a un islandés cavilando sobre estas cuestiones tan anatómicas.

La campaña de un grupo ecologista brasileño para convertir en placas turcas el mayor número de bañeras y duchas del planeta lleva la impronta de aquel gran país sudamericano, porque resulta difícil imaginar a un noruego o a un islandés cavilando sobre estas cuestiones tan anatómicas.
El asunto tiene su enjundia porque de lo que se trata, en última instancia, es de luchar contra el cambio climático, responsable directo de que los veranos sean calurosos, los inviernos fríos y la economía mundial esté derritiéndose como un polo de horchata junto a una estufa encendida. Zapatero lo acaba de dejar claro en su discurso ante la ONU, el mayor conciliábulo de desocupados buscando en qué ocuparse –siempre que sea en contra del desarrollo de los pueblos y la dignidad del ser humano–, donde, en medio de apelaciones a que todos los habitantes del planeta pensemos en cómo podemos ayudar a Obama, ha mostrado al mundo su certeza de que los calentólogos no son tan obtusos como parecía a simple vista.

Lo de ayudar a Obama era innecesario, porque, desde que llegó al poder, todos los progresistas del mundo no hacen otra cosa que cavilar sobre cómo ayudar al presidente norteamericano, y con semejante potencia neuronal a pleno rendimiento cualquier esfuerzo añadido resulta superfluo. En cambio, su reflexión acerca del peligro que el cambio climático tiene para todos nosotros sí debería movernos a la acción.

En primer lugar, deberíamos aceptar de buen grado la subida de impuestos que nos va a recetar Zapatero este otoño; porque, aunque haya familias que no lleguen a final de mes, las futuras generaciones agradecerán el sacrificio. El gobierno va a esquilmarnos para que los polos terráqueos no se licuen (el hielo ártico no para de aumentar, pero es que el Polo Norte es bastante facha y hace lo que le sale de las narices, a despecho de las órdenes de Al Gore) y para que los mares no arrasen las ciudades costeras de nuestra civilización corrupta. Como todo el mundo sabe, el cambio climático es el principal culpable de que en España haya cinco millones de parados y el déficit público se haya desmadrado. Si se ha quedado en paro, échele la culpa al CO2, no a ZP.

Los movimientos ecologistas, convertidos en masa a la fe de la calentología en plan testículos de Jehová, no se quedan atrás en sus consejos para que modifiquemos nuestros hábitos de vida y curemos a Gaia de los males que el capitalismo le ha provocado. El problema con estas cosas es que no hay propuesta ecologista, por disparatada que sea, que no acabe convirtiéndose en ley, principalmente en los países gobernados por líderes que necesitan blasonar de ultraprogresismo para ganar votos entre la ciudadanía. Una ciudadanía, por cierto, fácilmente impresionable después de miles de horas de telediario con Al Gore tronando contra el progreso y la insolidaridad de las viejecitas que encienden la catalítica para no congelarse en invierno, porque eso aumenta el ceodós en la atmósfera, a diferencia del jet privado de Su Goricidad, que sólo emite un chorrito de ozono progresista con efluvios de alhelí.

Los luchadores brasileños contra el cambio climático nos dicen que hagamos aguas menores en la ducha, como si todos fuéramos Mercedes Milá. "Ahorraríamos agua", es la conclusión a la que han llegado después de miles de horas de ensayo en el laboratorio, y eso es bueno para luchar contra el cambio climático. Lo que no queda claro es si meando mucho en la bañera conseguiremos que Zapatero nos baje los impuestos.

En todo caso, si usted quiere contribuir a que el planeta no se extinga a causa del cambio climático provocado por la depredación capitalista y las políticas neoliberales, debe saber que la campaña puesta en marcha por los abanderados de este sistema de baño dos en uno aconseja echar el chorrito al principio de la ducha, no al final (ante todo mucha higiene).

¿Qué podemos hacer por Obama?, se preguntaba Zapatero en la ONU. La respuesta está clara: miccionar sólo cuando nos duchemos. Vayan entrenando las vejigas, porque del simple consejo a la multa coercitiva va sólo un paso que los progresistas acaban dando con gran facilidad.

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