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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Cómo rabian los de la 'Grandeur'

Los franceses llevan muy mal que anualmente tengan que rendirse ante un deportista español en los dos principales acontecimientos deportivos que organiza su país. Es una tradición que se celebra de forma casi ininterrumpida desde hace treinta años, los mismos que han transcurrido sin que un franchute gane el Tour o Roland Garros. Y eso duele, claro.


	Los franceses llevan muy mal que anualmente tengan que rendirse ante un deportista español en los dos principales acontecimientos deportivos que organiza su país. Es una tradición que se celebra de forma casi ininterrumpida desde hace treinta años, los mismos que han transcurrido sin que un franchute gane el Tour o Roland Garros. Y eso duele, claro.

Desde Indurain y Arancha, la presencia de tenistas o ciclistas españoles en tierras galas pasándose por el Arc du Triomphe a los naturales del país vecino es ya un clásico de la programación veraniega de televisión, generalmente ayuna de programas deportivos de interés salvo los años que toca Olimpiada.

No habría mayor problema si el franchute medio asumiera la mediocridad que exhiben sus deportistas y clubes más caracterizados. Sin ir más lejos, su último seleccionador de fútbol abandonó el cargo diciendo que aquello no era un combinado nacional sino una banda de raperos mal avenida. Y hablamos de un equipo capaz de ganar por primera vez la Copa del Mundo –aunque gracias al hijo de inmigrantes Zinedine Zidane–, así que es fácil hacerse una idea del nivel del resto de sus escuadras.

La Grandeur de Francia exige una justificación extradeportiva, ya que en las canchas es imposible su reivindicación en cuanto aparece algún español. Se trata de ganar en el laboratorio lo que no se es capaz de obtener subiendo Luz Ardiden, y en esta ocasión le ha tocado a Alberto Contador fungir de víctima sacrificial para aliviar las paranoias de nuestros vecinos.

Que los ciclistas, y no sólo los héroes del pedal, toman componentes que les ayudan a mejorar su rendimiento deportivo es un hecho suficientemente conocido. Otra cosa es que utilicen sustancias prohibidas expresamente por la legislación antidopaje y que, para demostrarlo, se aduzca como prueba irrefutable la presencia de trazas infinitesimales de productos prohibidos cuya aportación al rendimiento del deportista de marras es prácticamente nula.

Si además se utiliza una doble vara de medir para cargar las tintas únicamente cuando el sospechoso es español, Contador y cualquiera que se vea en una tesitura parecida tiene todo el derecho a proclamar su inocencia y a hacerla valer por cualquier medio legal a su alcance.

Los franchutes, que llevan treinta años buscando una justificación a su ruina deportiva, han encontrado en el caso de Alberto Contador la excusa perfecta para intentar hacer ver que sus deportistas no son tan zoquetes como parecen cuando salen a las canchas de juego o se acoplan al sillín de una bicicleta. De ahí a organizar fantochadas de caricatos representando a atletas españoles cometiendo todo tipo de tropelías contra su propia salud sólo va un paso que la cadena superprogre francesa, Canal + (cuál si no), claro que ha dado, y además a calzón quitado.

Los franchutes parten del malentendido de que son un pueblo estupendo con una historia de gloria... que nadie se cree más que ellos. Sólo en Francia se puede levantar un monumento para conmemorar las grandes victorias militares e incluir la Batalla de Bailén, una derrota de las más humillantes padecidas por Napoleón.

Ellos son así. Creen que orinan parfum y luego descubren que es una fragancia de Paco Rabanne, nacido Francisco Rabaneda Cuervo. Otro españolazo. Normal que estén de psiquiátrico.

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