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CRÓNICA NEGRA

Cocktail de salfumán para los abuelos

En España, ahora mismo podría estar actuando un asesino en serie que se dedica a los niños, otro especializado en mujeres y un tercero que se distinguiría por suministrar un explosivo cóctel de salfumán a los abuelos. Este último puede que ya no esté actuando; que lo hayan atrapado en Olot, Gerona.


	En España, ahora mismo podría estar actuando un asesino en serie que se dedica a los niños, otro especializado en mujeres y un tercero que se distinguiría por suministrar un explosivo cóctel de salfumán a los abuelos. Este último puede que ya no esté actuando; que lo hayan atrapado en Olot, Gerona.

Los criminales que matan a las personas mayores dicen que lo hacen por compasión, pero naturalmente es mentira: ¿qué compasión podría haber en el hecho de quemarle a un abuelo el esófago con lejía?

Los españoles necesitamos abrir los ojos y poner a los criminólogos a trabajar. Criminología: la ciencia, contra el crimen. No solo nos merecemos un Gobierno que no nos mienta, sino que tome ya las riendas.

Quienes hoy nos gobiernan no nos dejan saber si hay un asesino en serie en el barrio, o un delincuente sexual; no hacen leyes que nos protejan so pretexto de "no legislar en caliente". Si tenemos un problema con un asesino caníbal al que no podemos condenar porque en España comerse al prójimo no es delito, habría que legislar para castigar a este monstruo, porque es una barbaridad dejarlo para la próxima generación.

El juez que investiga ahora mismo el misterio de Olot se ha encontrado con que en los últimos cinco años han muerto 59 personas en el centro para ancianos donde trabajaba como celador el ahora detenido. Veintisiete de ellos murieron en fin de semana o en un día festivo. El celador solía trabajar en ese tipo de días. Doce de los quince fallecidos en el último año murieron en el turno del celador. Lo que busca el juez de Olot es un posible asesino de repetición, que se aprovecharía del escaso personal del centro para quedarse a solas con sus víctimas, a las que inyectaría –supuestamente– el líquido corrosivo con una jeringa.

Se trata de un método ingenioso, a la vez bárbaro y sencillo. Al caer por el tubo digestivo, el ácido abrasa la mucosa y la carne, destruyendo todo lo que encuentra y provocando un óbito doloroso. Se ignora el detalle de cómo lograba el supuesto celador del salfumán mantener quietas a sus víctimas mientras las inyectaba. Es posible que las sedara o las hiciera perder el conocimiento. Lo bueno del juez es que investiga con un entendimiento amplio, profundo, teniendo en cuenta la posibilidad de que el sospechoso podría llevar matando desde que entró a trabajar en la clínica. Cosas así se han visto en otros países.

Igualmente, Su Señoría tiene en cuenta que nada es casual en un crimen, por lo que las coincidencias que acabamos de ver le hacen ordenar nada menos que ocho levantamientos de cadáver. De confirmarse, habría ya trece posibles homicidios. En todos estos casos se habrían podido ocultar las verdaderas causas del fallecimiento, por lo que habrían pasado por crímenes perfectos, esos que dicen que no existen. Que lo dicen los mismos que también niegan la existencia de los asesinos en serie.

Y aquí viene lo gordo: ¿cómo es posible que en una clínica haya un criminal dispuesto a rematarte con todas las de la ley? Pues porque ningún criminólogo ha examinado la estadística de fallecimientos, ni la ha comparado con la de una institución similar. Tal vez si la ciencia estuviera mirando sería imposible que un asesino en serie se refugiara con la piel de cordero, pero la ausencia de conocimiento, la falta de estudios criminalísticos nos hace muy vulnerables.

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