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CRÓNICA NEGRA

Asesinos de permiso que no vuelven

En las cárceles catalanas hay un porcentaje de presos peligrosos que salen de permiso y no vuelven. Hace sólo unos días un asesino brutal, Manuel Estévez, de 53 años, que en 1989 dio muerte de una forma inhumana a José Estadella, de 23, en San Quirze del Vallés, obtuvo de la Secretaría de Asuntos Penitenciarios de la Generalidad un permiso de 24 horas, "para gestiones personales", que contradecía claramente la negativa que por cinco veces había dado el juez de vigilancia penitenciaria a este mismo preso cuando solicitaba salir.

En las cárceles catalanas hay un porcentaje de presos peligrosos que salen de permiso y no vuelven. Hace sólo unos días un asesino brutal, Manuel Estévez, de 53 años, que en 1989 dio muerte de una forma inhumana a José Estadella, de 23, en San Quirze del Vallés, obtuvo de la Secretaría de Asuntos Penitenciarios de la Generalidad un permiso de 24 horas, "para gestiones personales", que contradecía claramente la negativa que por cinco veces había dado el juez de vigilancia penitenciaria a este mismo preso cuando solicitaba salir.
Centro penitenciario de Can Brians.
El historial de Estévez incluye el relato pormenorizado del secuestro de José, en los alrededores del Club de Polo, aprovechando que conocía a la víctima y que sabía que pertenecía a una familia adinerada, propietaria de un restaurante en Hospitalet. Le obligó a dirigirse –en su propio vehículo– hasta un estercolero, donde había cavado una tumba; tras preguntarle cuánto estimaba que pudiera pagar su familia por el rescate, le disparó. Un tipo frío, este Estévez.
 
Luego despojó al cadáver del reloj e inició las gestiones para reclamar a la familia 150 millones de las antiguas pesetas. En el transcurso del largo trámite la policía encontró a la víctima, y aunque lo comunicó a la familia, ésta decidió seguir el juego al secuestrador para ayudar en su captura. Gracias al noble sacrificio de los padres y de otros familiares de José, Estévez fue detenido poco después, cuando se las prometía muy felices, al intentar cobrar el rescate.
 
Desde su ingreso en prisión, este secuestrador, asesino y manipulador no dio muestras de ningún tipo de arrepentimiento. Juzgado, recibió una larga condena. Pero en 2000, cuando había cumplido diez  años de su merecido castigo y gracias a la peculiar aritmética penitenciaria, obtuvo la libertad condicional. Aprovechó su salida de prisión para cometer robos, lo que le llevó de nuevo tras las rejas. Con este expediente, no es raro que generara desconfianza. Pero he aquí que el reglamento penitenciario autoriza a la Administración a conceder permisos de hasta 48 horas sin necesidad de contar con la autorización del juez.
 
Gracias a esto Estévez se vio de repente en la calle. Normalmente los presos duros como éste, que además ejerce el liderazgo entre los más significados del centro, suelen tener previsto lo que harán si salen en libertad o logran fugarse. O las dos cosas. Así que no es extraño que las "gestiones personales" de la insulsa solicitud de salida se hayan transformado en una huida en toda regla.
 
Cosas como ésta demuestran, por lo demás, que estamos dejando de ser un país a efectos prácticos. Vean si no cómo las Comunidades Autónomas se dedican a mirarse el ombligo y dejan de comunicar cosas de importancia que suceden fuera de sus territorios. Destacan antes en sus medios informativos una noticia de Sri Lanka que de la comunidad catalana, pongamos por caso. Esto, que antes sólo se hacía en la propia Cataluña o en el País Vasco, ahora sucede incluso en la prensa de Madrid, antes tan cosmopolita, integradora y consciente de su papel unificador. De esta forma, incluso asuntos de interés general como la fuga de un preso peligroso, caso de Estévez, pasan inadvertidos en la capital.
 
No sabemos lo que puede haber hecho el peligroso criminal en su escapada, pero sí debemos ser conscientes de que podría no ser nada bueno, y que Madrid está a solo una hora de avión del aeropuerto del Prat, que cuenta con Puente Aéreo, un vuelo cada media hora. Si Estévez vuelve a delinquir, puede hacerlo a su elección en cualquier punto de la cuarteada Piel de Toro, y me consta que la Policía Nacional no ha tenido muchas facilidades para conocer los detalles de tan espectacular fuga.
 
Seamos, pues, conscientes de que en las cárceles de este conjunto de Comunidades Autónomas dividido por un idioma común en el cual vivimos se suelen conceder permisos a reclusos peligrosos no sólo sin que estén de acuerdo los componentes de la junta de evaluación –vigilantes, psicólogos, funcionarios y juez–, sino incluso si hay discrepancias graves entre ellos. ¿No es esto una imprudencia?
 
Por mi parte, estoy de acuerdo en favorecer la integración y reinserción de los reclusos siempre que sea posible y que colaboren, pero no a costa de poner en peligro la seguridad de los ciudadanos. ¿Quién sería ahora responsable si Estévez volviera a secuestrar o matar? ¿Quién sería responsable si provoca nuevas víctimas en atracos o robos? ¿Acaso el funcionario que autorizó la salida habrá de pagar los platos rotos? Esta situación debe ser corregida: sí a las salidas de presos con posibilidades de reinserción, pero con garantías y nunca cuando opiniones cualificadas mantengan posturas irreconciliables. 
 
Y, en segundo lugar, ¿por qué de las cárceles catalanas se fugan presos de excursión al Fórum, de goteo los fines de semana, de rebote cuando el juez de vigilancia les niega la salida? Tal vez hay aquí cierta intención de distinguirse como la administración penitenciaria más avanzada en tolerancia, pero en lugar de eso parece un queso de gruyère. No  hace mucho que otro recluso de permiso, Pedro Jiménez, presuntamente dio muerte a dos chicas policías en prácticas, también en Hospitalet, en el barrio de Bellvitge. Como se ve, no hemos aprendido nada.
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