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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Aquí un neocón

Dentro del escaso repertorio de insultos usado habitualmente por la gente de progreso, la palabra neocón está adquiriendo últimamente una importancia notable. Los progres, que suelen hablar y escribir habitualmente presas de un gran cabreo, cuando utilizan el famoso palabro entran en una fase casi epiléptica. Comprenderán ustedes que la tentación es demasiado poderosa.

Dentro del escaso repertorio de insultos usado habitualmente por la gente de progreso, la palabra neocón está adquiriendo últimamente una importancia notable. Los progres, que suelen hablar y escribir habitualmente presas de un gran cabreo, cuando utilizan el famoso palabro entran en una fase casi epiléptica. Comprenderán ustedes que la tentación es demasiado poderosa.
En realidad, el término neocón no pretende otra cosa que definir a una nueva generación de conservadores. Una cosa absurda, ya que el mismo concepto de conservar elimina la posibilidad de renovación que sugiere el prefijo neo-. Es decir, un conservador actual defiende política y filosóficamente las mismas ideas que sus predecesores, con los matices coyunturales propios de cada época. Así que lo de innovar en la denominación resulta más una concesión a la neolengua posmoderna que una distinción ontológica. Particularmente, me parece una mariconada llamarse "neocón" (que además rima con "maricón"), pero, puesto que a los progres les provoca tanta urticaria, será cuestión de adaptarse a la moda.
 
Pero no debemos olvidar en este breve estudio a una parte de la derecha política, que igualmente se horroriza cuando se la tacha de tener veleidades neoconservadoras. Me refiero a los fundamentalistas del centro político, subsección gallardonita, que aunque provienen del mismo sustrato social que sus compañeros de viaje (o sea, tan franquistas en su tiempo como el resto, y en algunos casos mucho más), rechazan con grandes aspavientos que se les acuse de neocones, ¡a ellos!, que van a ver las películas de Almodóvar, compran El País, leen los ladrillazos de Saramago en la intimidad y están contra la guerra y el cambio climático.
 
D. José María Aznar López, sin ir más lejos, se defendía hace unos días de esta acusación afirmando rotundo que él no es ningún neocón. En efecto, con la melenaza que se ha dejado últimamente, más que neoconservador parece una estrella del Real Madrid ye-yé de los 70. Tuve la ocasión de chalar brevemente con él hace unas semanas, y reconozco que no parece un neocón enragé, pero tampoco un masonazo de la rama americana, como asimismo han propalado por ahí. No es que yo me trate habitualmente con neocones ni acuda a las tenidas de la logia del barrio, pero creo que esas cosas se notarían.
 
Por otra parte, el rechazo que el término neocón provoca en las gentes de progreso es algo que no me acaba de encajar, pues no hay nadie más conservador que los intelectuales de izquierda o las "gentes de la cultura". En efecto, la farándula y sus satélites son conservadores hasta lo reaccionario. Todo su programa se reduce a preservar sus privilegios en demérito de los demás, y no encuentran mayor placer que, por ejemplo, conservar las subvenciones. En esta cuestión básica, el progresismo del que supuestamente hacen gala no consiste en dinamitar revolucionariamente el sistema para implantar un modelo igualitario sobre nuevas bases morales, sino en avanzar con paso firme por la nutricia senda de la mamandurria y la gabela. ¿Se puede ser más neocón?
 
Por todo ello, no tengo inconveniente en proclamarme neocón a fuer de progresista. Ignoro dónde hay que formalizar la solicitud para obtener el carné, pero en cuanto lo averigüe haré los trámites necesarios. Quiero ser neocón pero con todos los títulos, como Dios manda, y además invito a todos los lectores a hacer lo mismo, hasta que convirtamos esta Confederación Panestatal de Naciones Ibéricas en un paraíso neocón. En otras palabras, y como diría el canalla de Luis Margol, que hace unos artículos estuvo a punto de ocasionarme un serio contratiempo conyugal a cuenta de sus comentarios sobre mi reencarnación a lo epilady: neocón el último.
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