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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Ampliemos el estado del bienestar

En España somos muy progres, especialmente desde que nos gobierna ZP. La revolución social iniciada bajo su mandato ha alcanzado hitos de importancia significativa, como la promoción en la escuela de todo tipo de relaciones sexuales o el aborto indiscriminado para las niñas de 16 años, en la seguridad de que a esa edad todas tienen ya la regla.


	En España somos muy progres, especialmente desde que nos gobierna ZP. La revolución social iniciada bajo su mandato ha alcanzado hitos de importancia significativa, como la promoción en la escuela de todo tipo de relaciones sexuales o el aborto indiscriminado para las niñas de 16 años, en la seguridad de que a esa edad todas tienen ya la regla.

Sin embargo, hay un aspecto en el que la España de Zapatero no hace gala de los valores ejemplares del progresismo –talante, pluralismo, mestizaje y tolerancia–, y es en lo referido al sostenimiento del estado del bienestar.

A la mayoría de la población se le niega el derecho a contribuir al llamado estado del bienestar, una de las principales causas de que éste esté a punto de irse al garete. Hay inmigrantes que gozan de los excelentes servicios asistenciales del estado sin que se les permita cotizar por ellos (a eso se le llama homofobia), así como importantes bolsas de la población que no contribuyen al bienestar general (eso se llama desigualdad social). Cuando un turista del norte de Europa visita nuestras costas y casualmente se da cuenta de que necesita una prótesis de cadera, nuestro estado del bienestar le proporciona un servicio quirúrgico para que pueda seguir afeando nuestro paisaje urbano con sus calcetines y sus chanclas, pero no se le permite realizar el sencillo acto de solidaridad de pagar hasta el último euro de los gastos que ha ocasionado –por supuesto, antes de entrar al quirófano.

Resulta injusto y altamente discriminatorio impedir a quienes nos visitan que contribuyan a un invento tan progresista como el llamado estado del bienestar, y eso es algo que alguna vez deberán resolver los socialistas, si es que quieren hacer honor al igualitarismo que dicen perseguir en sus programas electorales.

En las puertas de los hospitales, en las escuelas y, en general, en cualquier centro en el que se dispensen servicios sociales hay que poner en marcha un programa de pedagogía colectiva, para que todos los usuarios puedan sentir el legítimo orgullo de pertenecer a un sistema social que dice garantizar las necesidades de todos los ciudadanos.

Zapatero pensaba que esto del estado del bienestar era un sistema ingrávido que se sostenía por su propia dinámica, pero la física cuántica no tiene aplicación directa en las relaciones sociales, todavía sujetas a la mecánica newtoniana, según la cual todos los cuerpos tienden a caer de forma acelerada, salvo que una fuerza superior los sostenga en su posición inicial. Esa fuerza son las cotizaciones que una parte de los españoles ponemos a disposición del gobierno para mantener el cotarro; pero la elitista clase política restringe cada vez más el ejercicio de semejante solidaridad, ese privilegio, a resultas de lo cual el sistema acaba por derrumbarse.

Seamos igualitarios y exijamos a los parásitos actuales que experimenten también la sensación de financiar unos servicios públicos aunque no se tenga la menor intención de utilizarlos. Eso es el socialismo, así funciona el progresismo y es una injusticia que se obligue a sostener sus inventos precisamente a los que menos creemos en ellos.

A Zapatero no le va a quedar más remedio que desplegar todas sus dotes en la empresa de obligar a las capas ociosas que el socialismo siempre produce a colaborar en la consecución de los grandes principios metafísicos que lleva por bandera. El mejoramiento social de los más débiles es uno de ellos. Pues bien, como, tras seis años de mandato y tres de crisis profunda, es ya muy difícil determinar el grado de debilidad del españolito de a pie, lo mejor es extender de forma igualitaria las cargas que nos impone el socialismo. Todos solidarios. Todos progresistas. Viva la justicia social.

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