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DRAGONES Y MAZMORRAS

Amistades farragosas

Como saben, Raúl Rivero, el poeta y periodista cubano cuya liberación gestionó primero el Gobierno de Aznar y luego el de Rodríguez ZP, está en Madrid, donde parece que vivirá a partir de ahora. Pues bien, Rivero anda haciendo declaraciones sobre lo suave que es Rodríguez y lo áspero que es Aznar; como que en vez de Bambi habrá que llamarle Platero, no sé si por peludo, pues sólo le he visto rigurosamente vestido, pero sí por lo suave.

Como saben, Raúl Rivero, el poeta y periodista cubano cuya liberación gestionó primero el Gobierno de Aznar y luego el de Rodríguez ZP, está en Madrid, donde parece que vivirá a partir de ahora. Pues bien, Rivero anda haciendo declaraciones sobre lo suave que es Rodríguez y lo áspero que es Aznar; como que en vez de Bambi habrá que llamarle Platero, no sé si por peludo, pues sólo le he visto rigurosamente vestido, pero sí por lo suave.
El periodista y poeta Raúl Rivero, antes de salir de Cuba.
Ahora que lo pienso, hay otros paralelismos en el texto juanramoniano que no tienen desperdicio; juzguen ustedes mismos:
 
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro (…)
 
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra… Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo.
 
 –Tiene acero…
 
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.
 
Tal(ante)mente.
 
Como comprenderán, yo no juzgo mal a Rivero porque intente complacer al Gobierno que le ha sacado de ese infierno y eso le lleve a ignorar o a silenciar lo que han hecho por conseguirlo los anteriores. En definitiva, es un superviviente. Y aunque los socialistas no hicieron sino terminar lo que otros habían iniciado, les ha tenido que costar lo suyo, desde el punto de vista de la coherencia ideológica. En efecto, su amistad con el dictador cubano y afines no se compadece con este gesto que les honra y que, para ellos, es una hazaña sin precedentes.
 
No les falta razón, pues en Cuba están muy descontentos, y hay quien acusa a Zapatero, a Luis García Montero, a Miguel Ríos y demás intelectuales y artistas de izquierdas (literalmente los llaman "conjunto de personajillos que pululan entre el PSOE e IU, siendo algunos de ellos destacados ex militantes del Partido Comunista de España") que han apoyado a Rivero de ser más lacayos del imperialismo yanqui que los propios lacayos del imperialismo yanqui, esto es, que Aznar y sus muchachos.
 
Cierto periodista filocastrista llegó a decir a este respecto que "criticar a la Revolución Cubana desde la supuesta 'izquierda' es prestar un grandísimo apoyo al imperialismo yanqui y a la mafia anticubana de Miami", y que es lo mismo que criticar implícitamente al "Comandante Hugo Chávez, líder de la Venezuela Bolivariana que está asombrando al mundo". Ahí ha dado en el clavo el avisado periodista.
 
Sin embargo, nuestros gobernantes no parecen muy inquietos por la censura castrista, pues saben que una golondrina no hace verano y, más que una gesta, lo suyo ha sido un gesto. Y están con Rivero como niños con zapatos nuevos (no hay malicia en este tropo), y lo monopolizan hasta extremos infantiloides. La prueba la tuve ante mis propios ojos el pasado martes, durante la lectura de poemas que protagonizó el poeta cubano en la Residencia de Estudiantes.
 
Carmen Calvo.Cuando, unos días antes, me invitaron por teléfono a asistir a dicho acto me informaron que no había dado tiempo a imprimir invitaciones, pues era algo que habían improvisado sobre la marcha; además, querían que fuera un acto meramente literario, sin apenas injerencias políticas. Era tal el sigilo con que lo comunicaron que ingenuamente creí percibir algo raro, como si se tratara de un acto semiclandestino al que no había que dar demasiada publicidad.
 
Cuál no sería mi sorpresa cuando no sólo se personó la ministra de Cultura, Carmen Calvo, también Trinidad Jiménez (que tuvo un destacado papel en este asunto), ¡incluso Rosa Conde! y, por supuesto, Pedro Jota, que acababa de contratar a Raúl Rivero como columnista para su periódico. Rodeados, como es de ley, de fotógrafos, periodistas, cámaras y demás soportes mediáticos.
 
La utilización de la cultura como plataforma política no la ha inventado el Partido Socialista, ni mucho menos, y hay que recordar aquí las numerosas ocasiones en que me he encontrado a José María Aznar en ese mismo escenario presentando algún acto o refrendándolo con su presencia. La entonces oposición socialista no perdía en ningún momento la ocasión para reprochárselo al director de la Residencia, José García de Velasco, hoy presidente de la Sociedad de Conmemoraciones oficiales (o algo así) y director honorario de aquélla.
 
Lo que me llamó la atención fue la pretensión de que aquello no era un acto político, que había que deslindar al Raúl Rivero poeta del Raúl Rivero víctima del castrismo. Cómo si ello fuera posible. Si ni los poetas muertos consiguen sacudirse la vitola de víctimas (vid. Lorca) que acompaña fatalmente a su reputación artística, menos lo va a conseguir un periodista en activo, cuyos poemas, además, como pudimos oír en aquella lectura, están impregnados de experiencias políticas y, más en concreto, carcelarias.
 
Entiendo que a Rivero le repugne ser famoso por su oposición a Castro, pero tendrá que vivir con ello, "manque le pese". No me parece una ignominia pertenecer al mismo club que Mandelstam, pongo por caso.
 
También fue muy comentada, por lo patente, la ausencia de algún representante de la Comunidad de Madrid, en particular de Esperanza Aguirre, no sólo porque pertenezca al patronato de la Residencia, que ya sería más que suficiente, sino porque Raúl Rivero tiene muchas cosas pasadas y presentes que agradecer a esa autonomía, aunque sólo sea el hecho de que, a partir de ahora, y a Dios gracias, va a vivir y a trabajar libremente en sus límites administrativos.
 
Pero, claro, eso sí que habría sido politizar el acto. Hay amistades que a veces pueden resultar muy farragosas.
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