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PANORÁMICAS

American Gangster (+ American Cop)

Ridley Scott describe su cine como "musculoso y enérgico". Efectivamente, es un cine lleno de fuerza, pero con frecuencia sin seso, de pocas luces. Sin embargo, con American Gangster este púgil cinematográfico, que empezó su carrera con algunos KO indiscutibles (Los duelistas, Alien, Blade Runner) pero que en los últimos veinticinco años ha besado más veces la lona (Los impostores, El reino de los cielos, La conquista del paraíso) de lo que tan fulgurante comienzo hacía prever, ha obtenido una victoria... a los puntos.

Ridley Scott describe su cine como "musculoso y enérgico". Efectivamente, es un cine lleno de fuerza, pero con frecuencia sin seso, de pocas luces. Sin embargo, con American Gangster este púgil cinematográfico, que empezó su carrera con algunos KO indiscutibles (Los duelistas, Alien, Blade Runner) pero que en los últimos veinticinco años ha besado más veces la lona (Los impostores, El reino de los cielos, La conquista del paraíso) de lo que tan fulgurante comienzo hacía prever, ha obtenido una victoria... a los puntos.
American Gangster es, también, un intenso duelo interpretativo de los gladiadores Denzel Washington y Rusell Crowe. El primero encarna a Frank Lucas, un señor de la droga en las calles neoyorquinas durante la corrupta y confusa época de Nixon; el segundo, a Richie Roberts, un policía triple H, tan honrado y honesto como halconero al que no le importa poner en evidencia a sus compañeros, corruptos hasta las cachas, rechazando un millón de dólares que había encontrado en una redada.
 
La dialéctica Lucas-Roberts, gángster negro vs. madero judío, se desarrolla mediante un montaje paralelo que muestra dos caracteres tan opuestos como parecidos. Si el gángster adora a su madre, ayuda a sus hermanos y es un marido enamorado y respetuoso al tiempo que un psicópata sin piedad en las batallas mafiosas, el policía es un mujeriego empedernido al que no le quita el sueño perder a su mujer y a su hijo pero que tiene una ética profesional que recibiría la aprobación del mismísimo Kant.
 
Este contrapunto entre dos personajes en cierto modo ejemplares se acentúa por el marcado tono épico que Scott imprime a la narración y por la asimilación empática con sus personajes. A pesar de las protestas de Denzel Washington, para que finalmente el criminal recibiera su merecido, la moraleja queda difuminada por la evidente simpatía e incluso admiración con que Lucas es descrito. (Por cierto, American Gangster está basada en hechos reales).
 
Si la ética es el punto fuerte de Richie Roberts, la actitud empresarial es el signo distintivo de Frank Lucas. En tiempos chófer de un jefecillo de Harlem, Lucas consigue llegar a la cúspide del crimen organizado, superando a la mafia italiana y a las bandas colombianas, gracias a una aplicación de principios de la organización empresarial al chanchullo de las drogas que hará las delicias de las escuelas de negocios: creación de una imagen de marca, establecimiento de un sistema de garantía del producto, abastecimiento en las fuentes primarias, eliminando intermediarios... En una película llena de diálogos brillantes, destacan las argumentaciones empresariales de Lucas:
Tengo mi propia compañía, y mi compañía vende un producto que es mejor que los demás (...) Lo más importante en un negocio es la honestidad. Integridad y trabajo duro (…) La familia, nunca olviden de dónde venimos. Somos lo que somos en este mundo, una de dos cosas: o eres alguien o eres un don nadie.
La idea surge en su cabeza cuando escucha que las tropas norteamericanas desplegadas en Vietnam están siendo diezmadas, tanto más que por el Vietcong, por el opio y una heroína de alta pureza, muy accesible y barata. Ni corto ni perezoso, Lucas lía el petate y se va a lo más profundo del duro Vietnam para entrevistarse con los productores de droga y garantizarse un suministro bueno, bonito, barato. Con un par.
 
En un segundo plano se nos ofrece otro contrapunto, el que se da entre el detective Trupo (Josh Brolin) y el jefe de la mafia Dom Cattano (Armand Assante). Alter egos tenebrosos de Roberts y Lucas, respectivamente, simbolizan un statu quo de nihilismo policial y gangsteril, parásitos morbosos que representan a una sociedad decadente, contra los que cargaran nuestros héroes una vez que, finalmente, el Lancelot judío consigue atrapar a Lucas y lo convierte en su mejor aliado.
 
Cuando, en el último cuarto, se encuentren finalmente Lucas y Richie, el gángster descubrirá que no es él el principal objetivo del policía, casi ya reconvertido en fiscal, y que de hecho va a desempeñar un importante papel como testigo de cargo en el desenmascaramiento de la corrupción institucionalizada en la ciudad de Nueva York. Donde pisa Richie Roberts no vuelve a crecer el soborno.
 
La puesta en escena de Scott es brillante y eficiente, al servicio de un guión inteligente y lleno de recovecos de Steve Zaillian, que recientemente ha dirigido Todos los hombres del rey, torpe y aburrido estudio de la corrupción política pero que nos sirve para descifrar la clave más profunda de una cinta que, tras la acción guerrera, esconde una visión política: el gran gángster que se asoma en los intersticios de la película, a través de las pantallas de televisión, es Richard Nixon, usado como referente mayúsculo de la corrupción moral, que es el gran peligro para la comunidad política, en un grado mucho mayor que la droga.
Jueces, abogados, policías, políticos, guardias de prisiones, oficiales en provisión. Si deja de traer droga a este país, miles de personas se quedarán sin trabajo.
Cuento moral y película de caballería detrás de una fachada de violenta incursión en los terrenos del género mafioso, American Gangster funciona, además de como ilustración cinematográfica para un MBA, y con la vista puesta en la educación para la ciudadanía democrática y liberal, como muestra de los valores de arrojo y riesgo asociados a la conducta empresarial, al tiempo que denuncia los efectos perversos de que la riqueza de las naciones se realice de espaldas a una teoría de los sentimientos morales.
 
 
AMERICAN GANGSTER (EEUU, 2007, 157 minutos). Director: Ridley Scott. Guión: Steve Zaillian. Intérpretes: Denzel Washington, Russell Crowe, Cuba Gooding Jr., Josh Brolin, Yul Vazquez, Armand Assante y Ted Levine. Calificación: Musculosa (8/10).
 
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