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DRAGONES Y MAZMORRAS

A vueltas con el Planeta

Otra vez el Planeta. Me gustaría no hablar de él más de lo indispensable (por ejemplo, si asisto a la presentación de los libros premiados, o si, por exigencias del guión, los leo), para que mis mazmorras no sean tan deprimentes, pero el desplante de Juan Marsé lo hace imperativo.

Otra vez el Planeta. Me gustaría no hablar de él más de lo indispensable (por ejemplo, si asisto a la presentación de los libros premiados, o si, por exigencias del guión, los leo), para que mis mazmorras no sean tan deprimentes, pero el desplante de Juan Marsé lo hace imperativo.
Maria de la Pau Janer.
Después de echar pestes, año tras año, contra ese montaje, no puedo permanecer impasible ante una postura que parece coherente y que tal vez no lo sea.
 
Para empezar, porque Marsé no es un principiante ilusionado por haber sido nombrado jurado del premio literario más importante (en cuantía económica) de España, que se horroriza al conocer el procedimiento y, de pronto, se le aparece toda la impostura y, asqueado, retrocede ante ella y se retira escandalizado. Es, por el contrario, un hombre muy curtido, perfectamente preparado para entrar en el juego.
 
No le niego autenticidad ni fundamento a su cabreo, pero lo intuyo de mayor calado. De otro modo no habría aceptado pertenecer, ya desde el año pasado, a ese Jurado que –todo el mundo lo sabe– premia a quien puede asegurar una venta que le permita a la editorial hacer frente a la inversión de los 601.000 euros del primer premio, y eso con independencia absoluta de su calidad literaria, como pudimos ver con Lucía Etxebarría y como me temo sea el caso de esta Maria de la Pau Janer, pasteurizada, homogeneizada y presurizada, escritora catalana y en catalán (la literatura más subvencionada de la patria), que quiere abrirse al público en español, precisamente cuando su región pretende encerrarse. Mal momento ha elegido para desmarcarse del terruño.
 
Marsé no se mordió la lengua ni ante la infanta Cristina y esposo, que presidían la dramática cena, y fue tajante al separar la literatura de la vida literaria, que es precisamente lo que se estaba haciendo en ese mismo momento. Esa manera de chafar la ceremonia sólo puede ser premeditada, pues le bastaba con haberse abstenido de aparecer por ahí.
 
Juan Marsé.No obstante, me gustó lo convincente que ha quedado el futuro premio Cervantes, convertido en el paladín de la literatura seria y en defensor de los pobres ilusos que postulan al Planeta. Él tiene que saber que emitir un informe de cada uno de los tropecientos originales que se presentan en cada convocatoria es pedir peras al olmo. Pero sería lo justo.
 
Hacer creer al público lector que la novela ganadora es estupenda porque ha destacado entre 500 otras forma parte de las reglas de ese juego que Marsé ha quebrantado con su gesto. Como también lo forma el hecho de llamar "premio" a lo que no es más que una gigantesca operación de marketing. Los premios sólo deben ser de excelencia y en buena lid. Aunque pueda extrañarles, a Marsé no le apoyan en el gremio, no; entre otras cosas, porque él mismo fue ganador del Planeta, y todos los ex ganadores están un poco molestos con este prurito de honestidad que le ha entrado a su colega y que pone en entredicho, con efecto retroactivo, la solvencia y el prestigio literario del "codiciado galardón".
 
La semana ha quedado, pues, signada por esta anécdota supuestamente escandalosa que ha terminado con la dimisión de Marsé, y que tampoco ha dejado en muy buen lugar que digamos a sus compañeros de jurado, algunos de los cuales son exquisitos poetas, de refinado paladar, y que a pesar de su elevado nivel de exigencia literaria llevan tiempo tragando impresionantes bodrios. Ya el año pasado el premio de Etxebarría les cubrió de oprobio, pero este año han quedado todavía peor parados. De imponerse el buen gusto, cosa que desgraciadamente no creo, les costará justificar la "ceguera" de todos esos años en que han estado pasando por el aro.
 
Dicho esto, el premio Planeta estaría muy bien si en las bases quedara muy claro que es para novelistas famosos (basta con leer la lista de premiados), o para quienes están a punto de serlo y sólo necesitan ese espaldarazo. El Planeta, y muchos otros premios por el estilo. Siempre recordaré a una ilustre "miembra" del jurado de uno de ellos que, según me confesó algo confusa, sólo leyó la novela que sería premiada en la convocatoria. No le dieron otra, ni falta qué hacía. ¡Total, era, la pobre, tan mayor, y veía tan poco! Pero ya lo contaré en mis memorias, se lo juro.
 
A ese premio, que además quería pasar por un premio-revelación, se presentaba una amiga mía muy íntima que estaba muy bien colocada, a la espera de que cierta tapada de renombre terminara la suya, lo que hizo pronto y mal. Ya tendría tiempo de terminarlo mientras se publicaba… Y esto explica que escritores muy rodados patinen de forma espectacular en las novelas que reciben estos premios, porque una cosa es escribir de encargo una biografía o un libro sobre un tema genérico y otra, construir de arriba abajo una novela que será sancionada como excelente por un selecto elenco de escritores, y que van a leer todos los críticos, de uñas.
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