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CIENCIA

A vueltas con el clima: el caso es asustar

En 1961 Rod Serling escribió un episodio de la serie de televisión The Twilight Zone cuya acción transcurría en Nueva York y en un momento –el Momento, por mejor decir– de acusadísimo calentamiento global. Por alguna razón, la órbita terrestre se había salido de madre y nuestro planeta se iba derechito y sin remedio hacia el Sol. "Es la víspera del final –decía Serling en la introducción–: incluso a medianoche es mediodía. Se trata del día más caluroso de la historia, y usted está apunto de vivirlo... en The Twilight Zone".

En 1961 Rod Serling escribió un episodio de la serie de televisión The Twilight Zone cuya acción transcurría en Nueva York y en un momento –el Momento, por mejor decir– de acusadísimo calentamiento global. Por alguna razón, la órbita terrestre se había salido de madre y nuestro planeta se iba derechito y sin remedio hacia el Sol. "Es la víspera del final –decía Serling en la introducción–: incluso a medianoche es mediodía. Se trata del día más caluroso de la historia, y usted está apunto de vivirlo... en The Twilight Zone".
Edvard Munch: EL GRITO (detalle).
En el capítulo de marras, unos cuantos neoyorquinos absolutamente desesperados luchan por sobrevivir en ese infierno climático. Con el incremento de la temperatura, el orden social se derrumba. Un tipo enloquecido por la sed irrumpe en un apartamento para robar agua. Una viejita se desvanece y muere. Los termómetros revientan, y el mercurio se evapora. Finalmente, la protagonista, Norma, grita lo suyo y se desmaya.
 
Vuelta en sí, Norma observa que afuera está nevando. Había tenido una pesadilla. Después de todo, la Tierra no se está aproximando al Sol a una velocidad endiablada; de hecho, se está alejando de él. Y es que el mundo no va a morir achicharrado, sino de puro frío. Se acabó lo que se daba: ya aparecen en pantalla los títulos de crédito.
 
Bueno, pues algo así es lo que suele asociarse al cambio climático. Puede que la Madre Tierra se esté calentando, o puede que se esté enfriando: sea como fuere, siempre se trata de una pésima noticia.
 
Al Gore.Así, el ex vicepresidente Al Gore hablaba en estos términos, el año pasado, acerca de la amenaza que representa el calentamiento global: "Es nuestra supervivencia lo que está en juego". Toma ya. El caso es que, hace ya un tiempo, concretamente en 1974, el climatólogo Reid Bryson escribió, en un trabajo premiado por la revista Fortune, cosas como las que siguen acerca del... enfriamento global:
En estos momentos se está produciendo un cambio climático muy importante. No estamos ante una cuestión interesante sólo para los científicos. Se trata de algo que, de persistir, tendrá consecuencias para la presencia del ser humano en la Tierra; consecuencias como, por ejemplo, la muerte por hambre de mil millones de personas.
Toma ya, bis.
 
El artículo de Bryson aparece citado en "Fire and Ice", un informe profusamente documentado elaborado por el Business & Media Institute del Media Research Center. Tal y como se muestra en dicho informe, el tremendismo climático tiene al menos un siglo de antigüedad. Veamos unos cuantos ejemplos.
 
 
"Los geólogos creen que el planeta podría volver a congelarse", decía un titular del New York Times en febrero de 1895. Mal asunto. Sin embargo, apenas siete años después Los Angeles Times informaba a sus lectores de que los glaciares estaban afrontando "su aniquilación final" debido al incremento de las temperaturas en el resto del mundo. Uf... Bueno... espere un momento, porque allá por el año 1923 el Chicago Tribune se marcaba este titular en su primera plana: "Los científicos dicen que el hielo del Ártico borrará Canadá del mapa".
 
Pobres canadienses. Bueno... espere un momentito, otra vez. En 1953 el New York Times anunciaba: "La práctica totalidad de los grandes casquetes de hielo están en retirada". Pero cuando ya parecían haberse olvidado por completo del soponcio, nuestros amigos del Canadá se encontraron con Lowell Ponte y su best seller (1976) The Cooling: "El rápido avance de algunos glaciares está poniendo en peligro varios asentamientos humanos en Alaska, Islandia, Canadá, China y la Unión Soviética".
 
¿Y ahora qué se nos cuenta? Pues... ahí va una información publicada por el NYT en 2002: "Los científicos dicen que los hielos árticos se están derritiendo a un ritmo sin precedentes".
 
Los alarmistas estuvieron obsesionados con el enfriamiento global a principios del siglo XX, y una generación después con el calentamiento global; volvió a darles por el enfriamiento en los años 70, y ahora la han (re)tomado con el calentamiento. No hace falta ser un científico de primer nivel para saber que no pueden ser ciertos todos estos relatos apocalípticos. Ni para preguntarse si es que alguno lo es.
 
Quizá sea ésta la razón por la que la mayoría de los americanos no se toma en serio el tremendismo climático, que tanto fascina a políticos y periodistas. La pasada primavera, mientras la revista Time andaba con el corazón en un puño a causa del calentamiento global ("Se acabó la discusión. En venganza, el calentamiento global se nos ha echado encima. Inundaciones e incendios, sequías y tormentas, el clima se está descomponiendo"), una encuesta de Gallup revelaba que apenas el 36% de la ciudadanía estaba muy preocupada por la cuestión.
 
Ahora bien, siempre hay demanda de pronósticos apocalípticos. Paul Ehrlich se ha forrado perpetrando jeremiadas como The Population Explosion y The Population Bomb, en las que predecía la inminente muerte de cientos de millones de personas a causa del hambre y las epidemias. Los límites del crecimiento, el best seller publicado por el Club de Roma en 1972, alertaba de que la Humanidad iba a experimentar "un súbito e incontrolable declive" y de que los recursos –todos ellos, desde el oro hasta el petróleo– se estaban agotando. Jonathan Schell y Carl Sagan predicen un devastador "invierno nuclear" a menos que se congelen o, mejor, supriman los arsenales atómicos. El profetismo tremebundo nunca pasa de moda, ya se sabe. Tampoco las catástrofes climáticas con que nos vienen abrumando desde hace un siglo.
 
"La única meta del quehacer político es mantener alarmada a la población (de tal manera que se muestre ávida de ser guiada hasta los dominios de la seguridad) con una interminable serie de amenazantes cocos, todos ellos imaginarios". Henry Louis Mencken escribió esto en 1920. Y es que algunas cosas nunca cambian...
 
 
JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe.
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